Samedi 21 sept.
Y la semana trajo consigo un poco menos, un poco más.
El recibimiento de cataratas bajo St Pierre dejó huella. Seis días oscuros de altas temperaturas. Pero en los momentos en que me daban permiso, volaba por el jardín o corría hasta la esquina del camino.
Bordeaux, he tardado en verte con luz y sin fiebre. Bordeaux querida, echaré de menos tus puentes, pasear por tu vieja ciudad, armónica y aseada.
Esta ciudad, patrimonio de la Humanidad por la buena conservación de su casco histórico se resistió un poco a mis encantos. Me recibió recelosa, pero se fue abriendo poco a poco.
Cierto lo que cuentan de que es una ciudad majestuosa, grandiosa. Todo es de semblante tan solemne…
Pero recorrer sus calles es de verdad un placer. Arquitectura mezclada con la comodidad de una explanada perfecta, una sincronía de vino y sonrisas.
Tantas piedras como bordeleses decorando la villa.
Sus maneras: asequibles.
Un lugar para el encuentro de estudiantes y turistas atraídos por la imagen mágica proyectada en fotografías, y bocas.
Y como regalo me trae una amiga. Porque puede ser generosa, porque despliega su gracia para dejarte impregnado en esa fragancia de agua dulce y adormecerte en su calidez.
Gracias, Bordeaux.