Bernardo Santos
I.
Esta oración resta, palabra por palabra, lo que otros
intentan sumar en nosotros cuando nos imaginan
felices; resta de entre tus dientes la saliva y los
labios, de entre mis labios los dientes y la saliva,
el poco azúcar que dejas inerme en las bolsitas
de papel y con el que después juegas, retuerces y
machacas, mientras el café se enfría y te sabe tan
mal cuando el envoltorio se rompe y se desparrama dulce y el café aún se enfría más y te lo has
de tomar amargo.
II.
Llegas, escurridizo como un glande untado,
mientras me adiestro en el mecenazgo de airear las
sábanas en el balcón. Al instante siento tu mano en
mi pescuezo y me dejo deshacer sin haber podido
limpiar bajo la cama, sin haber podido inflar las
revelaciones sin haber podido colocar una colcha
a contratiempo. No dejo que me muerdas, apenas
me empujas y caigo de frente, me aplasto sobre
el colchón desnudo. Tu mano aún tarda entre mis
piernas abiertas. Deseo que nunca más te afeites.
III.
Esta oración azulada, hecha de un 40% de algodón
y de un porcentaje indeterminado de fibra sintética,
epidermis del despertar, se dobla con gran comodidad de gestos, una vez encontrado el par correspondiente -salvo el solitario, inútil y acechado
por los pájaros-, y se guarda en el cajón de los
calcetines, con descuido, en un hueco cualquiera.
Y con el tiempo se va construyendo lo imprevisto:
un dedo meñique vergonzoso que asomará por el
hueco deshilado del amén.
“El mismo amor, sí, que los amantes creen siempre diferente en ellos.
De esto nos habla Bernardo en este libro. Porque desde que le conozco, y así lo escribí ya un día, él siempre escribe de amor aunque lo disfrace entre probetas.
Pero esta vez el poeta da un paso arriesgado y elige una estructura por todos conocida, esos 20 poemas de amor de un Neruda universal. Y en ellos nos habla de deseo, de sexo, de frustración, de sueños, algo que todos podemos reconocer en nuestras vidas cuando caminamos por los peldaños de la búsqueda del ser amado. La búsqueda de ese amor que ni siquiera acabará con la muerte. Hacer de cada poema, la única historia de amor sobre la tierra.¨”
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