“Equilibristas”
Rocío Hernández
Rocío Hernández Triano (Sevilla, 1976), premio extraordinario en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla, es profesora de Lengua castellana y Literatura.
Como narradora, medio que vincula y combina oportunamente con su poesía, participó en la antología de relatos Desde ellos (2005).
A pesar de su ya larga actividad creativa, su obra poética publicada hasta el momento se dispersa en varias antologías, tales como Poesía viva de Andalucía (2006), De la voz invisible(2008),Femigrama (2008), Chilango andaluz 3 (2009), así como en diversas publicaciones periódicas (Ágora, Mester de Vandalia, Horizonte, Cuarto Creciente o Álora).
Equilibristas es su primer libro publicado, donde se reúnen poemas realizados desde el año 2005 hasta el 2009. Su primer libro, Viento de cuchillos, ha sido publicado por la editorial Ediciones en Huida, en 2011.
Equilibristas, de Rocío Hernández, dibuja con maestría la precariedad de un puente tendido entre dos nadas: eso somos. Pobre es nuestra razón y nuestra herida innata. Ínfima es la distancia –bien lo sabe la poeta- entre la cotidianeidad y el abismo (entre la cuerda y el golpe; entre la cordura y Lo Otro), y colosal el tamaño de La Ausencia, de su figura exacta. Quizás sea por eso que contemplamos, aun en la caída del volatinero, un oro hecho luz que atraviesa las grietas del ocurrir. Quizás sea por eso, en fin, que amamos.
José Manuel Camacho.
RUINAS
SIEMPRE me llevas
a mirar lo perdido:
la ola que se fue, las islas sepultadas…
o el mohoso esqueleto de un barco naufragado.
Parece que tu vida quedara por despiste
tirada en una acera, olvidada en un barco
o en la barra de un bar
o suspensa en un grito congelado,
aunque romper quisieras fieramente
mi cuerpo de estocada
o aullar como un perro
y arrancarte la piel y coser con jirones
una vela raída que el viento zarandea.
Por eso si la luz cae de golpe en la playa
te atraviesa sin verte, pasa de largo,
pone tu silueta en penumbra
y mientras yo me quemo
y mientras yo me ahogo en la luz
y en la arena me come el escorpión gigante,
atormentado,
de tu indiferencia.