Otoño llega y prende de las ramas
Es la estación del ansia y la tristeza
de amores imposibles; los recuerdos
atascan, como hojas, los husillos,
y las primeras lluvias multiplican
la región de los lagos.
Las tardes, cada vez más cortas, pasan
imitando a la vida.
En sus noches de lluvia querríamos
cobijar, un fantasma, cada cuerpo
que un día poseímos, aunque fuera
en la prisión del alma. Entre vaharadas
de una bruma que nace de nosotros,
lo real no es menos cierto que los sueños;
los afanes son cosechas maduras
que en vano aguardan manos que las tomen.
Antes que rompa el mes de los difuntos
sobre la espalda oscura de septiembre,
queda su interludio como tierra de nadie,
playa de las mareas que transportan
restos de tantos años ya perdidos
irreparablemente.
La memoria son algas que se enlazan
y hacen dar traspiés o te estrangulan,
un nudo en la garganta, cuando observas
tras de ti unas pisadas solitarias,
tu aislada sombra, espejo de las nubes.