«Octubre». Poema de Antonio Rivero Taravillo

Otoño llega y prende de las ramas

insignias amarillas de un ejército en fuga.

Es la estación del ansia y la tristeza

de amores imposibles; los recuerdos

atascan, como hojas, los husillos,

y las primeras lluvias multiplican

la región de los lagos.

Las tardes, cada vez más cortas, pasan

imitando a la vida.

En sus noches de lluvia querríamos

cobijar, un fantasma, cada cuerpo

que un día poseímos, aunque fuera

en la prisión del alma. Entre vaharadas

de una bruma que nace de nosotros,

lo real no es menos cierto que los sueños;

los afanes son cosechas maduras

que en vano aguardan manos que las tomen.

Antes que rompa el mes de los difuntos

sobre la espalda oscura de septiembre,

queda su interludio como tierra de nadie,

playa de las mareas que transportan

restos de tantos años ya perdidos

irreparablemente.

La memoria son algas que se enlazan

y hacen dar traspiés o te estrangulan,

un nudo en la garganta, cuando observas

tras de ti unas pisadas solitarias,

tu aislada sombra, espejo de las nubes.

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