“ Huir sin dejar rastros,
sólo el agua, alma sola sin cuerpo, revive sin cadáver.”
Alejandro Céspedes
“Hay una letra más con la que sólo se escribe poesía”
Hay poetas que se inventan en cada poema, en cada verso. Poetas que ceden en sus palabras imágenes tan reales y gráficas que el lector no tarda en percibirlas y sentirlas como propias.
Son aquellos que arrancan las alas de un vuelo inexistente y describen sin desgranar el detalle, ofreciendo, como si supieran que la verdadera insinuación consiste en no estar, en jugar a la ceguera de la imaginación.
Isaac es uno de ellos. Cada vez que cae un nuevo libro suyo en mis manos sé que voy a hacer un trayecto totalmente distinto al anterior. La trama de sus versos desentraña una auténtica búsqueda, aunque un verdadero poeta como él nunca podrá dejar de huir para encontrar su propia fuga.
Si en Entre la oscuridad y la química, su carta de presentación, ya nos encontrábamos ante una poesía pura y musical donde la evasión en soledad de la propia soledad transformaba los primeros miedos de un jovencísimo autor en una ordenada acción de aprendizaje y descubrimiento, en su segunda propuesta Contrato a tiempo perdido, la huida es de una rutina que poco a poco ahoga, elevando la desesperación a hecho poético.
El uso de una prosa poética desglosada conlleva, sin aparentemente pretenderlo, introducir al lector en una acción ajena, hecho que Isaac tiene como virtud.
En Harmon Avenue, el autor cruza un desierto de prosa para adentrarnos en la poesía. Mediante una sorprendente cronología en la que caben biografías saqueadas de temor, gestos más allá de las metáforas y la filosofía del perdedor que se embarca en el azar para seguir muriendo, la lectura nos adentra en la mirada del que ya no teme a la vida pero sí a la libertad.
Es una lectura física donde se llega a apreciar el precipicio del dolor en los ojos de unos protagonistas que viven demasiado rápido, siendo sus días la verdadera sombra de la derrota.
Harmon Avenue nos confirma que nos encontramos ante un verdadero poeta que nunca dejará de huir y que poco a poco va encontrando su trébol de cuatro hojas.
José Manuel Soriano Degracia